Envidia de... Arcadi

 



ENVIDIA DE… ARCADI

 

Este artículo trata acerca de una persona de género muy masculino.

Se trata de ArcadiEspada, destacado opinador de prensa de las Españas, que funge como intelectual de corte original, ya desde el título de su libro más mentado, “Contra Cataluña”. Todo un personaje.

Su personalidad se impone desde el exterior mediante pelazo, rostro agraciado—aún con ojillos bisojos–, aquilino y burlón, porte de galán, y voz de tenorio. Allá donde vaya, el foco de atención se inclina hacia su lado. Las mujeres lo adoran, aunque le tengan manía, lo que dice mucho, no sé si a su favor o en contra de las mujeres.

Para rematar el conjunto, su nombre lo va anunciando sin siquiera asomarse; Nombre de diseño, nombre molón, ¿quién no ha fantaseado con apellidarse Espada?, nombre con pedigrí antiguo, Arcadio, con modificación acendrada para sacarle punta, todo un nombraco, que diríamos remedando el juvenil “fotaca”. Sale muy bien en las fotos, por cierto, el muy… guaperas (dicho en el sentido Sánchez, supongo que lo han pillado).

Más allá del aspecto y del apelativo, Arcadi Espada es un pensador sesudo, que gusta de jugar con las palabras mientras nos instruye en anécdotas cultas, algunas incluso ciertas, para darse más pisto. A veces, quizá por casualidad, se le entiende algo de lo que pretende decir, circunstancia que sus palmeros aprovechan para comentar en zona de comentarios: “qué bien escribe Arcadi”, lo que no deja de ser verdad si alguna vez fuera sincero y se dedicara a contar lo que de verdad piensa, de forma comprensible y llana, sin tanta necesidad de hacerse el listo. Su manera de escribir espanta al lector mucho antes de saber de qué está hablando: frases sin aliento, palabras cojas, lógica retorcida hasta el umbral del dolor, tesis oscurecida, una experiencia chirriante, como si lo estuvieras viendo agazapado, escondido detrás de un caldero lleno de letras, ajustándose la mascarilla pero anhelando el virus. En su columna, detrás de los cañonazos y bengalas de la cabecera y de la despedida —puro marketing— Queda el meollo dudoso, ¿de qué está hablando? Del Papa Francisco, parece, no, del trasvase Tajo Segura, no, del cine vasco, no, de política, ah, y cómo se posiciona? En contra. ¡Qué osadía! Un momento, alto, ¿por qué lo estoy denigrando con tanta inquina? Él no me ha hecho nada, que yo sepa.   ¿Le tendré envidia? ¿Tengo envidia de… Arcadi? Vamos a verlo.

 

Sí, soy envidioso. Reconozco en mí ese pecado, ese defecto tan feo, tan mezquino, tan desagradable y tan injustificable. Ejemplo: abro al azar un libro de los Machado y me muero de la envidia; ¿por qué ellos tanto, y yo…? Ya sé que es una tontería compararse, y que no conduce a nada, pero el saberlo no me vale de mucho. Mira, ahora están sacando por la tele a Warren Beatty, qué casualidad. Siempre que lo veo recuerdo lo que dijo Dustin Hoffmann de él: “caso de reencarnarme, me gustaría hacerlo en las manos de Warren Beatty (Natalie Wood, Julie Christie, DianeKeaton…). Esta sí que es una envidia sana. Envidia de Warren.

 

En el vídeo de aquí  abajo observen cómo Carly Simon, otra ex, le llama “vanidoso”. Como para no.




 

               



Comentarios

  1. Vaya, qué fea hortaliza, la endivia. Y qué morcilla ha metido Vd. en la foto número once, que es Bernard Henry-Lévy, de los Strauss de toda la vida. La verdad es que tienen un aire.

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