Bilbao en fiestas

 


Anoche me metí en la cama a las doce. A las doce y cuarto me levanté, me vestí y bajé al parque con la intención de ver el concierto que el ayuntamiento en fiestas programa  diario y a medianoche para la chavalada más joven, futuros votantes . El evento se desarrollaba en una zona de amplios parterres, apenas iluminados por las luces del escenario. La hierba de los susodichos parterres estaba ocupada en parte por la masa adolescente  ensayando todas las posturas posibles, tanto de pie como sentados o tumbados; los escasos huecos que dejaban estaban ocupados a su vez por miles y miles de bolsas de plástico blanco conteniendo cada una unas cuantas litronas, también de plástico. Avanzar entre aquella masa abigarrada con aspecto de performance antitaurina se hacía muydifícil.Mientras lo intentaba no pude por menos de fijarme en que el encargado del volumen de la música era sordo, en que la música detrás del ruido volumétrico sonaba confusamente bailable, y en que en el escenario estaba personado el cantante, un mocetón con trazas de isleño carcelario que intentaba en vano hacerse con la peña mediante algunos ¡Bilbo,Bilbo! Muy jatorras soltados en un ambiente nada propicio, así como mediante  varioscorrectísimos’todos/ todas” en un entorno muy poco preocupado por el lenguaje inclusivo. Daba igual, el garrulo continuó animosamente, entre regurgitaciones pseudo ocálicas, haciéndose el simpático. En este orden de cosas  nos aseguró que el mundo estaba muy mal y que nosotros mismos, bailando allí mismo, podíamos arreglarlo.. Me preocupé bastante por el mundo y, sobre todo, por mí mismo pues pensé que a aquellos adolescentes a lo mejor les daba por bailarme encima, en cuanto se dieran cuenta de que yo adolescía, sí, pero que de adolescente, nada. Me preocupé tanto que salí por patas pisando unos cuantos callos y tropezando con las resbalosas bolsas litroneras Casi me mato, casi me matan, pero conseguí salir de los traicioneros parterres  y llegar a mi casa. Enseguida me puse el pijama,

Me metí en la cama y dormí como un bendito. Conclusión: la música moderna, si se sabe utilizar, sirve como somnífero.

 

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