Pasillo Canarias
Pasillo Canarias
(dedicado a Arantze)
La casa donde vivo tiene un pasillo largo de esos antiguos.
En un extremo está mi cuarto, y en el otro el cuarto de baño. A medio camino
entre los dos cuartos, el pasillo se acomoda alrededor de la puerta de entrada
al piso, formando una especie de recibidor en el que se echa en falta algún
perchero y el típico cuadro de ciervos. Quizá para compensar la escasez de
mobiliario, sorprende en el suelo un objeto grande y redondo, con pinta de pozo
rústico, el típico objeto imposible que utilizan los diseñadores para ennoblecer
una vivienda. Al examinar el susodicho objeto decorativo más de cerca, nos
encontramos con que en realidad no se trata de un pozo, por supuesto, sino de
algo no menos fuera de sitio, similar en todo a esa especie de arriates (o
alcorques)redondos que suelen encontrarse en las aceras de las ciudades para
enmarcar troncos de árboles a la altura del pavimento. Además del habitual borde
circular en adoquín- granito gris, el anacrónico objeto en cuestión que no
levanta ni un palmo del suelo, consta de un relleno interior de gravilla
aglomerada que sirve para evitar que crezcan las malas hierbas al tiempo que
permite el paso de un hipotético tronco.
Dado que los árboles no crecen en los pisos, yo le he
encontrado a esta especie de accidente geográfico una utilidad alternativa, a
saber, la de ayudarme a mantener la atención activa en el aquí y el ahora,
para no tropezar con él cuando ando por el pasillo. Estoy seguro de que incluso
la mente retorcida que decidió colocar este trasto en este ámbito preciso se
sorprendería al conocer la dfunción meditativa que ha acabado asumiendo su anacrónico
invento. Pero, además de para no tropezar con él, yo utilizo el “pozo”, como me
gusta llamarlo, para pisarlo a conciencia con toda la planta del pie cada vez que
paso a su lado. Esto lo hago con el pie izquierdo cuando voy desde mi cuarto hacia
el baño, y con el derecho cuando deambulo en dirección contraria. Este pisar
rutinario, que suele incluir apoyar todo el peso del cuerpo y levantar un poco
del suelo el otro pie, me resulta muy satisfactorio, estimulante y relajante a
la vez, pero no me lo tengan muy en cuenta porque hay que tener en cuenta que
yo soy un maniático de libro. Para comprobar esta última afirmación basta con
que sigan leyendo.
Teorema de la cama y el pis. Cada vez que me tumbo en
la cama y cierro los ojos, a mi cuerpo físico le entran las ganas de hacer pis,
y eso aunque acabe de hacerlo un momento antes. Como consecuencia fundamental de
este incómodo teorema me paso las noches deambulando por el pasillo, del dormitorio
al cuarto de baño ida y vuelta.
Dormitorio (1).
Esta misma noche, hoy mismo, por ejemplo, me he metido en la
cama a la hora de siempre, he cerrado los ojos… e inmediatamente me han entrado
las ganas de hacer pis. Me he levantado un tanto fastidiado y he recorrido a
buen ritmo el pasillo hasta el cuarto de baño, sin olvidar la rutina de pisar con
el pie izquierdo la gravilla del “pozo” a mitad de camino.
Cuarto de baño (1).
Una vez dentro del baño he pulsado el interruptor de la luz llevando
sin mirar la mano izquierda hacia atrás. Como consecuencia de este acto casi
reflejo, la bombilla del aplique situado encima del espejo del lavabo se ha
encendido. Con el cubículo bien iluminado he avanzado un paso, he hecho pis, me
he lavado las manos, me las he secado, he apagado la luz con la mano derecha y
he salido al pasillo para recorrerlo ahora en dirección contraria, con la sutil
diferencia de involucrar esta vez al pie derecho en el jueguito que me traigo
con el “pozo”.
Dormitorio (2).
Al llegar al cuarto me he tumbado en la cama, he cerrado los
ojos, me han entrado ganas de hacer pis, he odiado a mi cuerpo, he abierto los
ojos para obedecer sus mandatos y… ¡oh, sorpresa, hay luz! Entra una claridad
por el pasillo que solo puede provenir del cuarto de baño. ¡Qué susto!¡Qué
inquietante misterio! Yo he dejado la luz apagada, eso no admite duda, pues mis
rutinas son tan fijas como la fórmula del agua o el ritmo de la sardana: son rutinas
de maníaco, auténticas manías enfermizas. Por eso entro en pánico al comprobar
que las cosas no están como yo las he dejado. ¿Qué ha podido pasar? Repito, la
luz del baño está encendida, aunque resulte imposible, ¡qué miedo! Las cosas
imposibles me dan mucho miedo, yo necesito normalidad, comprender las cosas que
pasan; las absurdeces no deberían exceder los ámbitos peliculero-artísticos. Pero
la luz sigue encendida, qué horror ¿A qué se puede deber? ¿Quizás a un mal funcionamiento
de la electricidad, que se ha vuelto autónoma cual inteligencia artificial?
Imposible, repito, altamente improbable, todavía no estamos viviendo en tiempos
de ciencia- ficción, que yo sepa. ¿Entonces qué ha podido pasar? No quiero ni pensarlo,
la luz sigue encendida, me está dando mucho miedo todo ¿Habrá sido una persona,
quizá ladrona, quizá asesina, seguro que malvada, que permanece inverosímilmente
oculta? ¿O habrá sido una entidad misteriosa? Prefiero esta última opción
porque por lo menos así existe la posibilidad de no verla, mientras que con la
persona… prefiero no pensarlo. Se me ocurre de forma inverosímil, —sin duda
como consecuencia de la tensión a que estoy sometido—que la persona en cuestión
podría llamarse Kike, apellidarse Vallisoletano, y ser una especie de enano gordito
con muy malas pulgas. ¡Qué miedo más horrible, estoy temblando y todo! ¿Y si se
trata de una entidad? ¿Cómo la reconozco? ¿Qué hago? ¿La espanto con el matamoscas?
Me acuerdo absurdamente de mi hermana mayor Arantze porque hace ya muchos años,
cuando le comenté que me daba mucho miedo conducir solo de noche pues pensaba que
en el asiento de atrás podría haber gente extraña, ella me respondió que todo era
producto de un exceso de imaginación. Ojalá fuera eso también ahora, pero la
luz sigue encendida y no la he encendido yo. Y así continúo elucubrando,
inmerso como estoy en una especie de duermevela de pesadilla. En un momento de
lucidez se me ocurre que debería instalar cámaras de vigilancia en el pasillo...
Por cierto… ¡algo está pasando en el pasillo! Voy hasta la puerta del cuarto,
miro, y me percato de que en el centro del pozo-arriate de piedrillas —más yermo
imposible— ha surgido un árbol, ni más ni menos, menuda insanía, un árbol de
verdad. Este hecho, tan material, me baja de mi nube especulativa y me anima a reflexionar
calmadamente acerca de ello, pero como tengo tantas ganas de hacer pis, la
cabeza no me da y prefiero descansarla suponiendo ya me darán la información que
las cintas de la cámara de seguridad: me sentaré y contemplaré con calma cómo
ha crecido ese árbol que estoy viendo ahora mismo en en un entorno tan
antinatural, en medio del pasillo de mi casa, surgiendo además en pocos
segundos y a través de una especie de tiesto seco . El hecho me parece tan interesante y
atractivo que considero la posibilidad de rodar una película de género: de misterio,
o de terror, no sé, quizá me atreva con una mezcla de géneros, ahora que está tan
de moda el transgénero; seguro que tiene mucho éxito. Pero abandono las conjeturas
presionado —nunca mejor dicho— por la vejiga y me abalanzo a través del pasillo
hacia el cuarto de baño cambiando la rutina de la pisada a mitad del camino por
la tocada a mano abierta del tronco del árbol. Es un abedul, por cierto.
Cuarto de baño 2
Llego al cuarto de baño y ya ni me sorprende ver la luz
encendida, me lo tomo como un reto. Enseguida me coloco junto al interruptor y
me dedico a pulsarlo a toda velocidad: encendido, apagado, encendido, apagado…me
detengo y vuelvo a empezar: tic tac tic tac tic tac, así aprenderás, cabrón,
como aparezca por aquí el tal Vallisoletano se va a enterar. Dejo la luz
apagada, por supuesto. La miro durante un rato. Permanece apagada. Por si acaso
hago otra ronda de apagados y encendidos: tic tac, tic, tac, tic, tac., y la vuelvo
a dejar apagada. La observo desafiante y me voy, tira para el dormitorio, chico,
me digo, me apetece tocar de paso el nuevo árbol.
Dormitorio 3
Llego al cuarto, me tiro en
plancha sobre la cama, cierro los ojos, me entran las ganas de siempre, abro los
ojos, la luz sigue mal, horrible, encendida, cuando debería de estar muy pero
que muy apagada. Terror. Chillo fuerte como para despertarme de una pesadilla.
No me sale la voz, igual que en las pesadillas, pero he conseguido que algo se
mueva, algo está sucediendo en el pasillo. Miro. ¿Otro árbol? No, no, peor,
quiero decir… mejor, mucho mejor, porque al suelo del pasillo entero le ha
crecido encima una pasarela de madera de esas que ponen en las playas para no
pisar la arena o para cruzar riachuelos. Me fijo en que queda muy bien con el entorno
y en que tiene todos sus detallitos: maderas, maderitas, cuerdas, cuerditas, , remaches,
tornillos y toda la parafernalia, una señora pasarela que combina a la
perfección con el árbol. Mi pasillo de toda la vida recuerda ahora un montón a
Canarias; por lo menos a esa Canarias turística y playera que yo conozco. Debo
de estar medio dormido porque ni siquiera me extraño, tan solo siento un
agradable mareo. Ni tan mal, pienso, vacaciones en casa, estupendo, buen rollo de
verdad, tanto que se me ha pasado el miedo casi completamente. ¿Quién dijo
miedo? Allá voy yo, dispuesto a darlo todo. ¡A por el enemigo! Antes de salir del
cuarto recuerdo el único conjuro que me sé: “¡Tente nublo!” , utilizado
antaño para detener tormentas, y, al parecerme
apropiado al caso,, lo repite tres veces,
TENTE, NUBLO, TENTE, NUBLO, TENTE, NUBLO en voz lo suficientemente
alta como para que me oiga de sobra cualquier espíritu malandrín oculto entre los
intersticios del baño al otro lado del pasillo. Sigo mareado, quizá más que
antes.
(Pasillo (2)
Una vez así espiritualmente reconfortado, arranco hacia el
baño a grandes trancos saltarines por la súper pasarela en cuestión, pero el
ejercicio no le sienta bien a mi mareo, y me veo obligado a detenerme a medio
camino para agarrarme al árbol. Tengo un poco menos de miedo, es verdad, pero
muchas ganas de hacer pis. Estoy confundido, sigo sin saber qué hacer, me falta
el aire, hace un calor africano muy propio del paisaje. Creo que me estoy
meando. Sí, me he meado encima, están los pantalones del pijama empapados, qué
desastre. No sé qué hacer, se me ocurre llamar a mi hermana Arantze, ella sabrá,
pero ahora no puedo. Me concentro, decido quitarme el pantalón, tirarlo a lavar
y después darme una ducha, seguro que eso es lo que me aconsejaría mi hermana. Tanta
decisión me tranquiliza: las cosas han de hacerse poco a poco, de una en una, y
empezando siempre por las más fáciles. Todo va bien de momento, no merece la
pena preocuparse, ya decidiré más adelante qué hacer con el pasillo Canarias… y
con la maldita bombilla, que seguro que es todo cuestión de un borne tonto. ¡Eso
es! Voy a titular la película, decido, El borne tonto, será una película
de misterio trans, va a tener un éxito loco.
Estoy tan contento que sin pensármelo ni mucho ni poco, tiro
para el baño. Necesito acción.
Cuarto de baño (3)
Nada más llegar al baño, apago la luz, doy media vuelta y atravieso
Canarias al revés,
Dormitorio (4)
Otra vez en mi cuarto me tiro encima de la cama y cierro los
ojos.
Final (1)
y ya está, eso es todo. Acabo así la narración de lo que me
ha pasado esta noche. Espero que quien lea esta especie de confesiones sepa perdonar
mis incorrecciones técnicas al escribir, yo soy más de ciencias, sector audiovisuales.
También espero que cuando se estrene la película, recuerden, El Borne Tonto
(si no me hacen cambiar el título por culpa de un barrio de Barcelona que se
llama parecido), acudan en tromba a verla, a ver si así me sale algo bien en la
vida, se me cura el síndrome miccional, y de paso ese insomnio que mi terapeuta
cree debido a la falta de autoestima que me provoca tanto la angustia fóbica consecuencia
del no triunfar, como el malestar emocional sobrevenido por no sentirme
valorado. Los terapeutas son así, dicen cosas de sentido común utilizando
palabras raras.
Final /2)
Sí, ya sé que no he acabado de contar del todo lo que ha
pasado esta noche… Dirán ustedes (en letra cursiva):¿”Al cerrar los ojos le volvieron
a entrar las ganas de mear? “¿Todo volvió a comenzar de nuevo? ¿Esa es
la moraleja de su historia, el eterno retorno? Mola mazo”. Pues me alegro de
que mole mazo, querido lector, pero esta noche, como consecuencia del cansancio
provocado por el trajín nocturno y el relajo del pis escapado, esta noche, repito,
o lo que quedaba de ella, he dormido estupendamente sin levantarme ninguna vez más
a hacer pis.
¡Enhorabuena!
Final (3)
Gracias por la enhorabuena, amigo lector, pero no se me
escape usted todavía. Espero verle en las salas de cine o suscribiéndose a la plataforma
que me contrate millonariamente. Hasta pronto, pues, amigo lector y futuro
contemplador.
Final ()
NO ME TIRE
Por el bienestar de la humanidad, no arroje este folleto
publicitario al suelo.
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