SExo patata

 

Sexo patata



 

 

Esto del sexo fuera del matrimonio es una patata, está totalmente sobrevalorado. Y no me refiero solo a los pesadísimos e incomodísimos acercamientos a escondidas, prolegómenos llenos de malentendidos y sustos mortales, sino también al propio acto sexual, eso que los hombres llaman follar (se les llena la boca) y las mujeres “hacer el amor” (mira que somos pardillas). Me explico: cuando ya has llegado al apartado cama, tras varias torpezas, amagos de pasión falsa y desnudez incomodísima, y llega el momento de la aproximación final y resulta que el contrincante (porque no hay otra manera de llamarlo) solo tiene rodillas y codos para pisarte mejor, cogerte pellizcos y hacerte daño por todas partes. Ay, perdona, sí, claro, ¿y yo ahora cómo me excito, simpático patosón, sudoroso tontolabas, deja de mirarte el pito, ya sé que tienes uno, faltaría más.  Te repito, hombre- pito, ¿yo ahora cómo entro en calor? Ah, que te importa un bledo, que prefieres seguir mirándote el pito y cogiéndome pellizcos. Por Dios, estate quieto, que ya me muevo yo. Y así todo el rato, qué desagradable, con lo cómodo que va todo con Simón, por (lo menos en el apartado posturas previas para llegar al acto en sí). Este simplón, perdona que lo diga, no la tiene ni dura. ¿Cómo ha dicho? que es culpa mía. Sí, claro, y un jamón, ahora enseguida te bailo la danza de los siete velos en bragas y sujetador, espera que vaya a por la bata de seda. Qué situación más incómoda. Pero conste que no es culpa mía, toda la culpa es de Simón, así de sencillo. Me explico.

 

En cuanto me casé con él enseguida me di cuenta de que algo iba mal. ¿El qué exactamente? la intimidad, claro, se nos hacía muy raro estar solos el uno con el otro, ahí no sabíamos qué hacer aparte de lo obvio (y con eso no se llenan las 24 horas de una día, háganme caso), no nos poníamos de acuerdo en nada. Así que en cuanto se metió en política yo ya me olí el desastre.  Y el desastre no tardó mucho en llegar. Empezó por follarse a sus compañeras de partido, después a sus secretarias y ayudantes, y luego, más adelante, según le iba cogiendo confianza, se folló a mis amigas, parientes y conocidas, casi al mismo tiempo al que las iba conociendo yo. Era una fiera el cabrón (no tiene otro nombre), siempre con el pito por delante. Por mí, me dije, como si se folla a la reina de España. Pero en realidad me daba coraje. Ya solo te falta follarte a tu puta madre, mi puta suegra, cabrón, pensé, pero no se lo dije porque eso son cosas que piensan y dicen solo los hombres. Así que lo medité cuidadosamente y planeé ponerle los cuernos por todo lo alto, para que espabile. Y así es como hemos llegado a Rubén, su hermano del alma. Jódete, cariñito, como dirías tú, espero que Rubén te comente lo buena que estoy y lo bien que follo. Por lo demás, estamos empatados. En cuanto te echen del partido por algún desfalco que harás, de eso no tengo duda, vas a volver a casa con el rabo entra las piernas, los é como si te hubiera parido. Pues entre las piernas va a quedar tu rabo, como no te folles a   la vecina de abajo, la fea, conmigo lo llevas crudo. Y estoy pensando en probar con tu amigo del alma Pochete. Lo que son los matrimonios, la verdad, la gente que no está casada no tiene ni idea, se creen que es todo jijijí jajajá e irse de vacaciones a Grecia. Pues no, también está lo de los hijos, peo si no hay quórum, tú dirás. Pienso yo que mejor que no haya quorum porque no te veo yo de educador…  Vaya, tengo llamada de Pochete. Bien, cayó en la trampa, si es que son todos igual de iñusentes. ¿Qué hago hoy para comer? Las sobras de ayer valdrán. No tengo ninguna gana de ir a la pescadería. ¿Sí? Dime, Pochete, ¿qué tal? ¡Ah, qué tonto, mira que se lo digo a Simón!  ¡Ay qué tonto que eres! Como este tampoco controle las rodillas y los codos, juro que es la última vez. Porque para pasarlo mal ya me vale con el mismo titular. Puñetero matrimonio, quién me mandaría a mí. Menos mal que tengo a mis padres engañados, pobrecitos, se piensan que soy feliz, aunque estoy segura de que mi papá sospecha de Simón. Qué cansancio de vida, por Dios.


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