Remiendo
Hay un hombre tocho, famélico,
con un algo de vinagres. Es, sin embargo, muy rico. Y va vestido de azul.
Hay a su lado una lady, una
auténtica señora con cardado y foulard. Sus pestañas aletean.
-
¡Ruibarbo! Pásame el cenicero.
-
No deberías fumar.
-
¡Ruibarbo!
-
Deja olor en las cortinas.
Entra en escena el hijo mayor, un
aborto doloroso con pinta de esquimal. Las mujeres se lo rifan. Lleva una
chaqueta blasé y un paraguas de verano. Viene haciendo aspavientos.
-
Mamá, papá, ya veo que…
-
Hola, hijo.
-
Hola, hijo.
-
Va veo que ibais a empezar sin mí.
-
En absoluto, hijo, hemos empezado, pero…
-
No sin ti.
-
Eso, no sin ti.
-
¿Cómo es eso?
-
Ay, hijo, cómo eres…
-
Déjalo, ya ves cómo es.
-
Bueno, hablando en plata, yo traía una
propuesta.
Acaba de entrar una camarera. Muy
guapa, rellenita, con una sonrisa cautivadora. Se acerca, titubeante, hacia la
mesa del té.
-
No hace falta que recoja, Cabilda.
-
No se llama Cabilda, mamá.
-
¿Cabilda? ¿Cabilda no se llama Cabilda?
-
Se llama Matilda.
-
Deja que responda ella.
-
No hace falta. Respondo yo… que soy el responsable.
-
¿De qué? ¿Qué has hecho, hijo?
En la escena que sigue, la
camarera se desmaya. Acuden todos a ayudarla. Aprovecha el momento el padre
para sacar una pistola de un cajón y guardársela en el bolsillo. Se planta en
jarras y enuncia con autoridad:
-
¿Qué es lo que ha pasado aquí?
La mano de la madre busca el
vientre de la chica. Todos dicen “ooooohhh” y se acercan a ayudarla. Ella se
desmaya otra vez. El padre saca la pistola del bolsillo.
-
¿Alguien va a decir algo de una vez?
-
Ya lo he dicho. Asumo toda la responsabilidad.
Soy el culpable.
-
¡Detente, estúpido! ¡Calla! ¡Si es de clase
inferior! ¡Esto tiene arreglo fácil!
-
¿Cómo?
-
¡A ti te lo voy a decir! Hay muchas
posibilidades.
-
Chico, escucha a tu padre. Estamos de tu
parte pero… vaya, te creía más listo.
La criada se despierta. No parece
embarazada. Mira al hijo de reojo, con el corazón. No dice palabra. O está
aleccionada o no tiene nada que decir. Se levanta con la ayuda de todos los
presentes… de todos menos del padre, que se planta frente a ella apuntándola
con una pistola.
-
Esta zorra tiene que morir. Va a ser lo más
fácil.
-
Ricardo, me prometiste que dejarías de matar.
-
Tiene que morir la puta de la criada. Es la
solución perfecta.
-
¡Ni se te ocurra, papá!
-
¿Qué haces, Dover? ¿Desobedeciendo a tu padre?
-
¡Estoy harto de vuestra tiranía! ¡Pienso
casarme con ella!
-
¿Qué has dicho, desgraciado?
-
Déjale, está encoñado.
-
La amo, la quiero, deseo pasar el resto de mi
vida con Matilda.
-
Totalmente encoñado.
-
Mi libertad… está por encima… el deseo… el
futuro… el cambio climático…
Todos acaban medio abrazados, formando
un círculo. La criada mete la mano en el bolsillo del señor y saca la pistola.
Se planta en el centro, se gira y apunta al señor, anterior pistolero.
-
SIEMPRE LE HE QUERIDO MATAR, SEÑOR. ASQUEROSO,
SALMUERA VIEJA. ¿QUIÉN ES EL PADRE SINO USTED! ¡FRUTO DE LA VIOLACIÓN! Y SU
HIJO OBLIGADO POR CONTRATO FIDUCIARIO A DECLARARSE CULPABLE. ME DA TANTO ASCO
QUE VOY A VOMITAR.
-
¡Apartarse!
-
¿Estás embarazada de verdad?
-
AAAARRRRGGGG.
-
¡Quitarle la pistola!
-
¡Está toda manchada!
-
Ya la cojo yo.
Tras el pujo vomitorio, nada es
igual… o todo es lo mismo La pareja joven desaparece. La pareja adulta regresa
a sus posiciones iniciales.
-
¿Me pasas una palmerita?
-
¿Qué te ha parecido la pava?
-
Una pillada, Ruibarbo, qué me va a parecer?
Sois más tontos que Abundio.
-
Tenía su algo.
-
No me vengas con esas a estas alturas.
-
Vamos a darle una oportunidad.
-
Te has vuelto loco. Primero matarla y luego
ponerle un piso. Anda, pásame una palmerita, por favor.
-
No pensaba disparar.
-
Que te conozco, Ruibarbo, que eres de gatillo
fácil.
-
¿Y qué piensas del chico?
-
No me hagas hablar.
Y blande la pistola sucia. Se
ríen. Él le pasa la palmerita. Se nota un cierto feeling malsano.
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