Historia de una vaca

 



 

No es para tanto,todo se arreglará”. El ingeniero jefe Don doctor Valero

acostumbraba a practicar el pensamiento positivo un poco a salto de mata. No

era tan ingenuo como para creer que las cosas mejorarían con un simple

esfuerzo mental, pero este sencillo ejercicio siempre le hacía sentir mejor, lo

que ya era una razón de peso para seguir practicándolo.

 

La compañía Texas Cylinder (pronúnciese “sílinde”) estaba especializada en la

gestión de espacio muerto en obra ferroviaria, un nicho de mercado muy

apetecible, sin apenas competencia y con márgenes altísimos. Su ingeniero en

jefe, por los tiempos de la curiosa situación que aquí se va a historiar a petición

del Concejo de Turismo de la Diputancia, era el doctor Don Valero, más

conocido como don doctor Valero, original apelativo que, al parecer, resulta

bastante común en ambientes ferroviarios, un hábitat muy peculiar. El tal don

doctor Valero había logrado sus cualificaciones tras trabajar ímprobos años en

los continentes bajos (o del sur), a saber: África, la otra América, y las

ocasionales India y Oceanía marítima, especializándose en vertientes, valles y

contreras. Esta trabajosa experiencia le vino de perlas a la hora de lidiar con la

peculiar problemática local. La Texas Cylinder se encargaba de que los

terrenos por donde se hubiera construido la vía férrea quedaran impecables.

Para ello fiscalizaba el trabajo de los ferroviarios día a día, desde el mismo

inicio de las obras. Se trataba de un control de calidad exhaustivo que traía

como consecuencia unas relaciones muy tirantes entre fiscalizados y

fiscalizadores, como lo demuestra el hecho de que los apuñalamientos en reyertasde menos de 4 cm  pasaran a considerarse rozaduras. Por aqul entonces, además, se produjeron dos fenómenos que contribuyeron a  tensar la atmósfera  aún más si cabe:: la crisis de la Catenaria, con su catarata de despidos, y la borrasca Aitor, con su epidemia de gripes, 

 

Para relajar el ambiente, don doctor aplicó alguna de sus recetas

dinamizadoras de grupos, tales como las procesiones rogativas y los partidos

de fútbol de 11 contra 12.

Sin embargo, el ambiente no mejoró. Tal y como señalan observadores

objetivos, se produjeron hechos muy extraños en el escenario de trabajo en

obra, como la circunstancia de que los concursos de chapoteo en letrinas

fueran sustituidos por la limpieza compulsiva de automóviles, o como que los

alegres intercambios de mujeres legítimas se sustituyeran por los más

pedestres intercambios de pucheras de alubias.

 

Estando así las cosas no es de extrañar que todo el mundo se extrañara

cuando el Síndico de Hierro dio por finalizadas las obras. Quien más quien

menos recordaba haber dejado algún tornillo mal apretado.

 

El fin de obra –el mítico Bocinazo– se festejó en Lardones, un dos estrellas de

precio contenido

Estaba todo el mundo invitado: mandos y currelas de las dos empresas,

prebostes locales, prensa y radio, televisiones, plataformas, e incluso un

ramillete escogido de “invitadas especiales”, unas aguerridas montañesas con

experiencia en eventos internacionales.

Nada más servirse el primer plato, zamburiñas a la plancha, una noticia

inquietante empezó a circular entre los comensales. Parece ser que en la zona

del intercambiador se había producido un hecho insólito. La Cylinder, como

compañía responsable de evitar cualquier situación anómala, quedaba en

entredicho. El ambiente se electrizó, y más aún cuando se conoció el detalle

del hecho insólito: una vaca había quedado atrapada en un profundo terraplén

entre vías, y era imposible sacarla. Nadie se permitió la más mínima chanza.

Un asunto así, bien explotado por animalistas y ecologistas insurgentes,

podría hundir a cualquier compañía. Los teléfonos de los periodistas

empezaron a echar humo. Las mentes de los técnicos también, pero no

encontraron la manera de sacar a la vaca de allí, ni siquiera mediante grúas,

por falta de apoyo suficiente, por estar lejos de las vías, o por algún otro motivo

de mayor complejidad… incluso contando con helicópteros, drones de guerra,

perforadoras, tuneladoras y parafernalia similar. Cuanto más pensaban en ello

más se complicaba el asunto. Si esto llegaba a publicarse, la pesadilla se

habría convertido en realidad y mucha gente saldría despedida, con don

doctor por delante como máximo responsable de que este tipo de sucesos no

sucedieran. Las croquetas de jabugo supieron a funeral, quizás al funeral de

las conversaciones que iban feneciendo a medida que cada cual se iba

centrando en sí mismo y en sus posibilidades de supervivencia dentro del

sunami que acababa de caerles encima. Cuando parecía que lo más normal

sería escuchar a alguien lamentarse o llorar, por la zona de ”invitadas

especiales” se oyeron risas y grititos de alegría un tanto fuera de sitio.

 

No es para tanto,todo se arreglará”. A pesar de su trabajado optimismo, a

don doctor no le sentaron nada bien esas expansiones extemporáneas de las

alegres mujeres en un momento tan delicado. Si me hubieran preguntado a mí

no estaríamos pasando por esta humillación, ¡A quien se le ocurre contratar

producto local en un evento de este calibre, qué manera de devaluar todo un

Bocinazo!

 

Y quiero una lista de culpables!, —exigió a su entorno inmediato—.

Un par de montañesas, producto local escogido con esmero, se acercó a la

cabecera de la mesa de autoridades con una sonrisa en las bocas y mucho

meneo de esqueletos. No parecía el momento apropiado para tales

exhibiciones. De todos modos, el poder de las curvas naturales y de las franjas

de carne aireada en escote, brazos y piernas hicieron levantarse a los

poderosos como un resorte.

—¿Se les ofrece algo, señoritas?

Que la troceen.

—¿Como?

A la vaca. Se le ha ocurrido a Cova.

La susodicha Cova —se supone que Donga—era una de las dos miembras de

aquella avanzadilla montañesa, la más espectacular de las dos, un hembrón de

armas tomar. Al escuchar su nombre alzó la cabeza, desafiante, y habló alto

y claro:

Si al final la van a matar igual. Que la partan a cachos y la saquen en bolsas;

eso a cualquiera se le ocurre.

El alivio se extendió entre los presentes como un cariñoso abrazo colectivo; se

había arreglado el problema, ¡Aleluya!

 

—¡Que le den un sobre! —voces espontáneas exigieron premio en metálico para

la salvadora…

—¡Un sobre para Cova! —la demanda de recompensa se iba generalizando…

 

El buen humor se expandió casi tan rápido como el tsunami fatal ¡Asunto vaca,

arreglado! El contento fue tan grande que la gente hubiera pedido las dos

orejas y el rabo.

Si no lo hicieron, siquiera bromeando, fue porque por una de las puertas del

macro salón de eventos apareció Marilyn Monroe llevando una bicicleta del

manillar. Esta aparición más allá de los límites de la realidad, bien merece una

pequeña reflexión … ¿nos estaremos adentrando en lo desconocido? Siempre

que sucede algo así me pregunto si no será a mi experiencia de la realidad la

que resulta demasiado estrecha. No lo sé. Lo mejor suele ser abrir la mente y

dejarse llevar.

Si aquella mujer no era Marilyn Monroe se le parecía mucho, pantalones

anchos de tela gris claro, jersey deportivo rojo ajustado a pitones, y rizos

rubios no muy largos, como en la película “Los atributos de la princesa del río”,

tan ignota como oscarizada. El interés de los presentes se dividió entre los que

seguían exigiendo un “sobre para Cova” y los nuevos entusiastas aplaudidores

de la Marilyn, perdidamente enamorados de golpe y porrazo.

 

De entre los prebostes más principales había uno, el “diputado cara morsa”, qué

destacaba sobre todo por un bigotazo antiguo que le caía desde las

comisuras de los labios hasta el mismo pecho cual dos exagerados colmillos

de mamífero marino. Este hombre, que no había destacado en la vida por nada

que no fuera su pilosidad facial, aprovechando el malentendido general de

sobres y marilynes, y tras confidenciar un poco con sus acompañantes a

izquierda y derecha, se levantó, alzó las manos, cruzó los brazos, los descruzó

y los volvió a cruzar hasta que consiguió que la gente le prestara alguna

atención, siquiera por la curiosidad de ver en qué acababa aquella súbita

demostración de control de aviones en aeropuertos. Cuando consideró que

había conseguido la escucha suficiente, cruzó una última vez los brazos y,

forzando tanto la voz que le quedó atiplada, exclamó:

—¡La vaca es de leche!

Emocionado por la atención recibida, volvió a consultar a izquierda y derecha, y

decidió repetir suerte chillona:

— Digo que la vaca es de leche, ¿me habéis entendido?

— Y remató, muy satisfecho de sí mismo: ¡Que lo sepa todo el mundo!

 

¡Éxtasis súbito invertido! ¡Emoción colectiva de la mala! ¡Tristeza oyante!

Sin necesidad de haber estudiado ingeniería agrónoma, todos los presentes

dedujeron que a una vaca de leche no se la podía trocear pues ya no existía la

justificación moral de que iba a acabar igualmente descuartizada. Algunas

mentes ociosas prosiguieron confusamente con esta ralea de “razonamientos”:

partir a trozos a una vaca de leche sería como ordeñar a una vaca de carne…o

… sería como matar a un caballo de tiro para sacarle jamones de cerdo... o…

(oh!), o como pedir una hamburguesa y comerse solo el pan.  Este estilo de

reflexiones poco reflexivas planeaban por la sala como planean las majaderías

alrededor de cualquier grupo humano que se precie. En este caso estaban

acompañadas de sensaciones muy negativas acerca de la resolución del

conflicto: no hay nada que hacer, nos hemos quedado sin solución, y ahora

qué, menuda mala suerte, puta vaca de leche. Las molestias intestinales que

muchos padecerían el día siguiente se deberían haber achacado más a los

estómagos en tensión que a las croquetas de boletus que a continuación se

sirvieron en bandejitas ovaladas de plata decoradas con papel de puntillas. Y

es que recorrió la sala un sentimiento de culpabilización tal por lo que habían

estado a punto de hacer, descuartizar a una vaca lechera, que no tuvieron

empacho en señalar a Cova como la máxima culpable, el chivo expiatorio, una

mujer sin escrúpulos, parece mentira cómo una persona puede ser tan malvada

y… atención a la siguiente revelación…y… ¡tener la moral tan desviada! El

sentimiento de autoconmiseración y odio era tan general que llegó a través de

las ondas aéreas hasta la misma Cova, la hermosa, lista y cruel muchachota

que, pesar de no haber probado los boletus por cierta intolerancia grave a la

leche en croquetas, recibió la tensión cual puñetazo en pleno estómago, lo

que hizo que se le acelerara defensivamente la respiración, y con ello el

movimiento de sus voluminosas lecheras subiendo y bajando con acelerada

voluptuosidad, un fascinante espectáculo que a nadie dejó indiferente. Sí,

una mala mujer, sí, de moral distraída, sí, pero… ¡vaya pedazo de mala mujer!

Aquello parecía una película de los años cincuenta en blanco y rojo; recordaba,

quizás demasiado, a aquellos primeros compromisos de la Warner con el

erotismo.

La mala mujer en cuestión adelantó un brazo con displicencia artística ante la

general admiración apreciativa, dirigiéndolo hacia la Marilyn portadora de

bicicleta, como si se la estuviera pidiendo prestada para dar una vuelta,

delicado momento en el que se escuchó con claridad a su compañera de

fatigas susurrándole… “ten cuidado chica, Cova, en tu estado, montar en bici

no te conviene”.

Alguna gente avispada quizá dedujo algo específico de este propósito,

relacionándolo con sus globos magníficos, pero nadie se atrevió a

comentar nada excepto el atorrante de turno, en todas partes los hay, que

desparramó enérgico la siguiente ocurrencia con voz gangosa:

¿Estará embarazada?

Cova miró en dirección de la alocución nasal no muy precisa (mucho veterano

sordo, profesionalmente sobrevenido por culpa del martilleo hidráulico, creyó

escuchar, estupefacto, el siguiente desvarío: n‘cantangá campanatada?”),

hizo un mohín de desprecio y respondió:

—¿A usted qué le importa, botarate?, ¡métase en sus asuntos! Solo faltaba que

uno de ustedes, que han estado a punto de torturar a una vaca sin el menor

escrúpulo, me llamara la atención. ¡A mí!

 

Quien más quien menos recordaba que había sido ella quien había propuesto

la susodicha tortura, pero nadie dijo nada, excepto el atorrante otra vez, que

por algo era atorrante. Así pues, cumpliendo con sus expectativas atorrantes,

no se quedó callado y soltó:

Yo lo decía por la vaca

—¿Me está usted llamando vaca?

¡Señorita por favor, respondió sin poder apartar la vista de donde nadie la podía

apartar

A dónde está usted mirando, ¡machista!

Con esto la escena llegó a su cenit, no podía subir más: la confusión era

absoluta.

Alguien propuso una excursión al zulo de la vaca, alguien la organizó, alguien

se apuntó, alguien fue, alguien volvió, y alguien propagó la mala nueva entre la

militancia obrera, patronal, mediática y putañera: no hay solución. Todos se

fueron sentando agobiados por el peso de la realidad, todos menos los dos

protagonistas de la farsa paralela, faltaría más.

—¡Cállese, cacho puta no me joda!

—¡Cállese usted, atorrante!

A la vera de don doctor se escuchó la siguiente conversación privada:

 

No me llamaron a examen, aunque yo había sacado mejor nota en el test

—¿De qué me hablas?

 

Del inglés, concho

—¿Mejor nota que quién?

— Que la puta la Auro, ¿que quien va a ser?

—¿Y te has sacado el título?

Qué va, estoy que trino

Pídele ayuda a don doctor, que seguro que sabe.

— Ahora no creo que sea buen momento.

 

Esta conversación se ha consignado precisamente por no tener ninguna

influencia en el desarrollo argumental, a modo de colorida digresión.

 Don doctor, efectivamente, estaba muy pendiente de lo que estaba pasando

en el coso, a saber, la vuelta de los excursionistas y los dichos y redichos entre

el atorrante y Cova, que no cesaban. Mientras escuchaba los despropósitos

como quien asiste a una comedia en el teatro, don doctor no dejaba de

repetirse: “No espara tanto, todo se arreglará”, una y otra vez, a pesar de no creer

en absoluto en lo que estaba repitiendo, o quizás precisamente debido a ello, en

plan supersticioso, como dicen que sucede con la fe religiosa, pero mejor

dejamos esta disquisición espiritual que aquí no pega nada y volvemos con la

pareja de vodevil que no calla

 

Yo no la he llamado a usted vaca

Pues todo el mundo lo ha oído

Yo lo único que digo es…

—¡Qué!, ¿qué dice usted?, A nadie le importa lo que usted diga, señor, si parece

mentira lo que han querido hacerle a una pobre vaca

Pero señora, si ha sido usted…

—¿Cómo dice?, ¡Menudo tupé!

 

No se sabe de dónde sacó Cova la expresión pero lo que dijo es fijo; dijo:

—¡Tendrá tupé!

 El atorrante respondió, con o sin tupé:

— Lo único que digo es que las hembras embarazadas están mucho más guapas

Cova volvió a agitar inconteniblemente su pareja de atacantes y, pegando un

bufido, fue a por la bicicleta mientras la voz del atorrante se empeñaba en

perseguirla.

Lo que digo es que la vaca está muy guapa, joder, que nadie me entiende, que

a lo mejor deberíamos aprovechar, echarle unas fotos para los periódicos o

hacer un documental o algo…

 

¡Chispas en cerebros! ¡Exultancias! ¡El atorrante por fin lo había conseguido,

entre toda su habitual morralla de atorrancias, algo que se podía salvar!

Don doctor, por lo menos, captó la insinuación al vuelo: vaca atractiva,

posibles ingresos publicitarios. Y se le activó la codicia, su principal debilidad.

 

Se inserta aquí una información de alcance: los principales colaboradores de

Don doctor se llamaban, o se hacían llamar, como sigue: Cutas, Pingas y

Katanga. No es broma sino verdad, como se podrá comprobar a continuación

en la lectura de los siguientes y últimos ritmos dramáticos al más puro estilo

¡un dos tres! de Billy Wilder.

 

—¡Cutas!, compra los derechos de imagen de la vaca. Si hay problemas, los

resuelves, pero recuerda que se trata de una vaca libre, como ha explicado con

detalle el jurista Pitas Pajas, ¿te acuerdas, ¿no? Lo más práctico será tratar

directamente con la Secretaría de Corruptelas de la Administración. ¡Venga ya!

Si hay problemas, no quiero saber nada, compra y calla. Llama cuando lo

tengas. Te doy cuatro o cinco horas, no te hace falta más.

 

—¡Conga!, perdón, ¡Pingas! Monta un perímetro de seguridad alrededor de la

vaca y su agujero, más impenetrable que Fort Knox. Si hay problemas no

quiero saber nada hasta después de solucionados. Te doy día y medio, ¡En

marcha!

 

—¡Katanga!, quiero la lista de culpables, ya. Si tardas más de una hora, te

apuntas tú mismo el primero. ¿Te ríes? ¡Vaya piños! ¿Es cosa de familia? Ahora

recuerdo el currículo de alguien diciendo que provenía de chacal. ¿Eras tú? ¡No

te rías, que das miedo! Tenía que habérseme ocurrido mandarte a ti junto con

algunos de tus allegados al agujero de la vaca para dar buena cuenta de ella;

seguro que en un par de horas solo quedaban los huesos, a que sí, Katanga

¿qué me dices?, ¿A que te va la moda de las chuletas poco hechas? ¡Eh, te

ríes, no te rías, que me asustas! ¡A la carrera al tajo, venga!

 

—¡Cutas! Contrata inmediatamente una amiga virtual. AMIGA: Asociación

Manipuladora de la Información con Globalidad Asegurada. Asegúrate tú que

todo contrato que firmes con ellos sea leonino, llévate para ello a las fieras de

nuestros abogados, y que empiecen a trabajar inmediatamente; quiero

que todo tipo de manipuladores, periodistas, influencers, creadores de

contenidos, youtubers, tiktokers, todo lo que funciona dentro de lo más lerdo,

toda la tontería mediática, más eficaz cuanto más tonta, hable de la vaca; el

mundo entero tiene que amar a la vaca, adorarla, ríete tú de la vaca que reía;

quiero que los niños se obsesionen con la vaca, que los adultos sueñen con

comprarse un vaca-car, que se ponga de moda el sonido vaca-lau, y que el

cuerpo ideal de mujer se vaya ensanchando. Pero todo esto lo quiero ya;

necesito un EJE Electrónico (Ejército de Esclavos Eficaces) propia in situ, ¡y a

la carrera!

 

—¡Pingas! Comprueba que el perímetro esté hirviendo de cucarachas aka

informadores comprados. En cuanto esté acabado el primer documental y

mínimamente editado lo quiero en mi Instagram privado, pero cuídate bien de

compartirlo correctamente, porque la última vez que intentaste compartir algo,

el culo de mi hija se hizo viral en Lanzarote Sur, y mi mujer agarró un cabreo

mayúsculo ¡Control de medios, Pingas! ¡control de medios!, métete eso bien en

la cabeza que si no te la descalabran!, ¿De qué se ríe este otro?, Por cierto,

llévate a este otro, al Katanga, como jefe de seguridad.

 

Katanga! ¿Dónde está esa lista de culpables? Sin tu nombre no la quiero y no

te rías, que ahora… a ver si nos entendemos, Katanga… ahora hay que dar

imagen de amabilidad, que estamos promocionando a una vaca ¿entiendes lo

que es ser amable Katanga?

Cerrar la boca

Exactamente. Lo has pillado fenomenal.

Y ahora vamos a lo importante, chavales, llegó la hora de hacer negocio, os lo

digo a todos Tongas, Mongas, no, cómo era, … un momento que recuerde

vuestro menemónico: Putas, Mingas y Pachangas, ese era, ya está. Pues bien,

vosotros, quien sea, va pregunta, ¿cómo se llama la compañía lechera de esta

región concejada?

La Asturiana.

 

Claro, ¡qué tontería! Bien, pues tú mismo, Mingarras, ponme con el márketing

de la Asturiana.

 

— Perdone, pero… ¿no sería mejor, don doctor, hablar directamente con Turismo

del concejo?

No, Pukas,no. Primero:¿¿te he preguntado yo algo? Y segundo, en cuestiones

monetarias siempre es mejor tratar con la privada. ¡Anótalo!

— Venga, Chorrangas o quien seas, ponme con la Asturiana; espera un poco a

que me haga una composición de lugar…. pero sí, llama.

 

Ajenos al don doctor y a sus chanchullos, el resto del mundo conocido iba

volviendo a la normalidad. Las chicas serranas estaban siendo equitativamente

repartidas, A quien le hubiera tocado una, aunque sólo un rato fuera, había

quedado satisfecho, y a quien no, se había llevado un bono descuento para

toda la semana, así que también muy contento.

 

Los esbirros fueron cumpliendo los encargos de don doctor, aunque uno de

ellos, no puedo acordarme del nombre, quedó descontento, y así lo expresó:

 

—¿Y la vaca?

—¿Qué pasa con la vaca?

— Que no la hemos sacado del agujero, allí sigue.

Ni locos la sacamos, no haberse metido ahí, solo me faltaba… ¿Tú cómo te

llamabas, Cutas, Pitas o Katanga? Enséñame los dientes.

No he dicho nada

Mejor

Pero es que me preocupa la vaca.

—¿La vaca? Mejor preocúpate de que no salga del agujero hasta que hayamos

podido ordeñarle hasta la última gota, ¿lo has comprendido, Cutas?

Soy Pingas

Porque tú lo digas

Sí señor

—¡Pingas pues! Quiero la lista de culpables, y al próximo que llore por la vaca,

que se busque otro empleo o que se meta a animalisto. Puta vaca, vaya día

que me ha hecho pasar. ¿Cova está cogida? Ocupada, quiero decir.

—¡Conga,¡o quien sea! ponme en la lista de espera de Cova . Rápido, que esto

es importante, tengo una urgencia producto del estrés, siempre me pasa. No

admito fallos en este asunto...Y tú, tú, Cutas o Pangas ¿qué miras con esa

cara? ¿De dónde eres, por cierto? ¿de Ondárroa? ¡Acabáramos!

 

Empujones y movimientos. Se monta una pequeña gresca entre los esbirros.

A ver, chicos, vale ya de discutir, dejaros de tonterías, ¡Qué más dará Marquina

que Lekeitio!, ¡Tres hurras por la vaca!

— ¿Lo dice usted en serio, don doctor?

Absolutamente. Con las comisiones que me voy a llevar le hago un anexo a mi

casa como pide mi mujer cuando se pone pesada. Y que le den por culo a la

muy puta. ¿Sabemos si estaba embarazada?

Si, lo estaba.

 

Entonces mejor para sus hijos, tienen el pienso asegurado para toda la vida, y

del mejor de los montes altos, además de una cabaña aireada de doble guijo en

las faldillas.

—¿También entiende usted de vacas, don doctor?

Yo entiendo de lo que haga falta…Repito, que viva la vaca, y me voy a la habitación. Como no esté Cova esperándome, alguien me va a oír. ¿Quién se ha reído? ¡Cabrones!

—¡Y necesito esa lista de culpables, ya, que la quiero ampliar! Os llamabais…

Hasta luego señor don doctor, buenas noches.

¡Quién va a dormir ahora, payaso!

 

SINTONÍA Y CRÉDITOS

 

Cutas Pingas y Katanga

Cova y Marilyn

Atorrante y diputado Bigotazos

y don doctor Varela

y la vaca

Pitas Pajas exigió judicialmente quedar fuera de la historia aunque se le olvidó

excluir créditos y menciones

 

Lista de culpables: otro tanto de lo mismo por vía judicial

 

Y NO HAY MÁS



Pitas Pajas



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