Usillos
Tenemos chica nueva en la oficina que es un bombón, pero un
bombón
bombonazo. El problema es que soy muy vergonzoso y no sé
cómo entrarle. Le
pediría ayuda a Charlie, pero ayer perdió el Real y no me
apetece que me tome
el pelo. Ya sé lo que voy a hacer: voy a imaginarme que le
llamo y voy a
imaginar también lo que él me diría; total, le conozco como
si lo hubiera parido.
- Hola Charlie, mira, te pido un consejo: que tenemos chica
nueva en la
oficina y es un bombón, pero un bombón bombonazo, ¿tú como
le
entrarías?
- Dime más del aspecto de la chica.
- Que está como un tren, ya te digo.
Pero algún detalle más, color de pelo, color de piel…
Pues que es negra
- ¿Es negra? ¡coño! ¿Qué tipo de negra? ¿Marrón? ¿Chocolate
con
leche?
- Chocolate negro con almendras al 70%, no te jode.
- Se llamará Amanda, entonces, ha, ha, ha.
- Se llama Usillos
- ¡No fastidies, Usillos!, ¿Y de dónde es?
- Creo que de Colmenar..
- Una negra que se llama Usillos y es de Colmenar ¡Qué
puntazo! Pues ya
sabes lo que te voy a aconsejar: sinceridad, la sinceridad
desarma a
todo el mundo, porque no se la espera nadie, y más a las
mujeres. ¿Está muy buena?
- Exagerada
- Pues te acercas y le dices: “Me gustas mucho, Usillos,
¿Quieres salir
conmigo a tomar algo?
- ¡No fastidies!
- Como te lo digo, ¿Lo apuntas o te has quedado con ello?
- Vale, que me gustas mucho y que si quieres salir conmigo…
¿Y por qué
no le digo directamente si quieres echar un polvo? Como
dices que hay
que ser sincero…
- Tú estás tonto? No me extraña que no ligues un pijo…
- ¿?
Extrañamente animado por la conversación imaginada, me
acerqué a
Usillos, que estaba dos mesas más allá haciendo algo, le
toqué suavemente
en el hombro y le dije de corrido: “Usillos ¿quieres salir
conmigo a tomar
algo? Se volvió hacia mí con la expresión un tanto
sorprendida, y me pegó
un cachetito como quien reprende a un niño malo; los de al
lado se rieron,
qué vergüenza por favor, me quería morir, qué vergüenza
madre mía; me
largué pitando a mi mesa, con el rabo entre las piernas, me
senté, y en
aquel mismo momento apareció Charlie por la puerta de
entrada.
- ¡Hola chavalote! Vaya partidazo ayer, ¿eh? Ja, ja, ja
—dijo bien alto, para
que lo oyera todo el mundo.
Me dio tal rabia oírle reír después de la vergüenza que
había pasado por culpa
de su consejo que, sin pensármelo mucho ni poco, le solté un
tortazo plus
¡plas! que resonó por toda la oficina. Usillos se acercó con
su caminar de
pantera y alargó la mano hacia la cara de Charlie, como para
consolarle, ¡lo
que faltaba!, qué asco; yo recogí el teléfono de mi mesa y
me dirigí hacia la
salida, pero antes de salir miré hacia atrás y allí estaban
Charlie y Usillos
haciéndose ojitos. Me dio tal dolor de tripas que entré en
el pasillo del baño
—quiero decir en el baño del pasillo—, cerré la puerta y
vacié las tripas.
Mientras me limpiaba el orto argentino recordé una frase que
Charlie dolía
repetir: “no hay nada que no cure una gran cagada”. Entonces
fue cuando se
me ocurrió llamar a Conchita, su mujer, y contárselo todo.
Así aprenderás a
dar consejos, cabrón.
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