Frank lapidado

 

El personaje mediático Frank de la jungla ha reconocido (forzado a ello quizá por algún sucio chantaje) años de groseros embustes para mantenerse en el candelero. La plebe ha rugido: ¡CULPABLE!, se ha frotado las manos, y se ha apresurado a denigrarle públicamente, buscando hacer sangre, siquiera metafórica: lo que se viene llamando una lapidación pública desde tiempos antiguos… aunque, de momento, sin piedras físicas.

Cuando a un tonto le señalan la luna con el dedo, el tonto mira al dedo.  A veces yo me reconozco en ese tonto; por ejemplo, en estos casos de lapidaciones públicas: me interesan más quienes tiran las piedras que el protagonista lapidado. Observando a los indignados se aprende mucho de la especie humana.

Resulta relativamente normal enfadarse cuando te sientes engañado, pero poner el foco en las mentiras de otro no deja de ser hipócrita, porque la mayor parte de la humanidad miente más de una vez todos los días, siempre por quedar bien, y eso en toda clase de relaciones sociales, bien sean profesionales, sentimentales, o de cualquier otro tipo: mentimos sin parar… no decimos la verdad…  o la decimos a medias…o trastocada… casi siempre por quedar bien, repito, igual que Frank. La diferencia radica en que él ha mentido a millones de personas a la vez… y lo ha hecho durante años sin que se dé nadie cuenta. ¡Un crack!  ¡Lo que la gente siente es envidia!  En mi opinión deberían liberarse de ese malsano sentimiento aceptando que está teñido de admiración, y levantándole una estatua pagada a escote entre todos los embusteros lapidadores,  reconociéndole así su magisterio en la materia.

 

Personalmente hablando, recuerdo que el último lapidado por el que saqué la cara fue Íñigo Errejón, que no me caía ni medio bien. Frank, sin embargo, que ya me caía bastante bien cuando era Tarzán, ahora me cae mejor, por más humano.  Así que anuncio aquí, como mentiroso fementido, que estoy dispuesto a cotizar mi parte de la estatua, a poder ser la gorra.


Comentarios

  1. Me adhiero.
    Me adhiero como plakat, o dazibao, a un muro portante.

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