Beneficios de la luz
Isabel Antúnez, Begoña Ansures y Rocío Ramos llamaron al
profesor Casquillos, para solicitarle sus servicios. Estaba comunicando, claro.
El profesor Casquillos era especialista en encender bombillas que llevaban
tiempo apagadas.
Cuando por fin Clara López, otra de ellas, lo localizó en el
bar de los pepinillos, se dieron cuenta de que llevaba tiempo fallecido.
Esto no puede seguir así, comentó una cualquiera de ellas:
en mi casa no se ve nada, tengo que pasar la mopa a oscuras, seguro que está
todo sucio. Otra de ellas también comentó: esto así no puede seguir, no veo
nada, no puedo limpiar, seguro que … Y así siguieron quejándose hasta que…
El ministrel de tumbas, Ceberio, les informó , bien
informado, de que sí, era cierto, era verdad que el profesor Casquillos estaba muerto, pero que él se avenía a sustituir
las manipulaciones de aquel por las suyas propias: la cuestión era a cambio de
qué.
Lo que ustedes buenamente puedan, señoras, entreguen cada
una de lo suyo lo que tenga, que ya le sacaré yo buen provecho, lo que cada una
aporte estará bien. Y así quedaron, satisfechos y fechas del futuro intercambio…
Aunque las manipulaciones no fueran a ser exactamente las esperadas, ellas
estaban tan necesitadas de luz que se avinieron sin poner trabas, abiertas a
cambios.
Aquella noche llovió tanto que las tumbas se inundaron y
hubo rayos y hubo un cortocircuito y hubo un gran chispazo y el señor
Casquillos resucitó; son cosas, si no habituales, sí frecuentísimas en
tormentas de camposanto.
Lo primero que hizo al sentirse vivo de nuevo fue comprobar
las llamadas en su teléfono, aún intacto tras pasar por la vergüenza de
morirse, y lo segundo, casi de inmediato, atender a las señoras, que sonaban
nerviosísimas.
Las atendió tan profesionalmente que al día siguiente por la mañana estaban
todas llorando a mopa suelta. A veces llorar es bueno.
Comentarios
Publicar un comentario
Comenta lo que te dé la gana