don Seráfico y el dedo hurgante
Respecto al trato con la servidumbre femenina, don Seráfico
Gandarias, —sin título, por haberlo perdido su padre en el mismo lío de faldas (Miren)gracias
al cual consiguió el palacio de Venecia absurdamente llamado Villa Anaya—, don
Seráfico, digo, con pena por no ser
conde, una tristeza quijotesca revenida por el paso de los siglos, se limitaba
a hacer lo que todos: levantarles las faldas a las chicas, gozando de la visión
de sus bragas y de sus piernas blancas, con el frufrú y olorcillo consiguientes,
que aumentaban la gozadía.
Eso lo aguantaban todas sin mayores aspavientos, cosas de
los señores, pero un día al señor en cuestión —ni conde ni nada— se le quedaron
los dedos engarabitados en la cintura de unas bragas, y, súbitamente inspirado,
las bajó de golpe hasta las rodillas. El hecho, asaz espontáneo. produjo en él
un despertar del animal dormido, y le agradó mucho muchísimo, ytanto que repitió con todas las muchachas que se
pusieron a mano, todas las veces que
pudo. ¿Chica cerca? Arrima, Sera, agacha brazos, remételos por debajo, engancha la cinturilla y baja la tela o telilla —según
la calidad y edad de la mujer, si más joven más fina, y mayor regustancia Como
lo llevaban ellas? Bien
Cuantas bragas ha bajado hoy el señor?
No sé; ¿también ha pillado
a la Concholis?
No sé; ¿la Concholis? ¿Se habrá enterado Josué?
Mmm
¿Y sigue el señor vivo?
Por cierto, que algo de razón ya tienen las comadres conversantes,
porque si al señor se le hubiera ocurrido seguir avanzando en su avances,
digamos, por ejemplo, hurgando el entrepiernalle, la cosa se podía haber
amargado, porque más de una tenía novio cazador, experto en machete despiezador
de venados… y más de una era cocinera y manejaba con destreza el cuchillo de
pescado, siempre muy afilado, que tampoco están las buenas mujeres como para aguantar dedos hurgantes en zona de picores.
Menos mal que don Seráfico no prosiguió en sus avances…
O eso pienso yo, al menos, que me marea la sangre. Intentaré
que este documento familiar se haga un hueco en la biblioteca del Escorial. A
fin de cuentas, todos son parientes.
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