Rosa Belmonte mea lava
Lo que vengo a escribir hoy aquí me da un poco de reparo,
pero como
comunicadora que soy, tengo una obligación, y esa
obligación que tengo la voy
a devengar ahora mismo, con un par (de lo que ustedes
prefieran). La cuestión
es que he descubierto un genio, ni más ni menos, un
ejemplar de esos seres
tradicionalmente iracundos que hacen cosas nuevas y
admirables. Este
descubrimiento mío es literario, porque de ciencias lo más
que soy capaz de
descubrir es que si te metes en una bañera llena, el suelo
se va a mojar… y
eso porque es de cajón, sin relación con principio alguno.
Pero en temas
literarios ya soy algo más ducha, como lo demuestra esta
misma frase y su
doble sentido jugando innecesariamente con el ejemplo
anterior
Lo curioso es que he “descubierto” a un escritor admirable
en una época de
sequía climática y creadora poco apta para los brotes
verdes. De escritores en
este país tenemos sobreproducción, pero sobre todo de esos
previsibles, con
su colección de seguidores tan monótonos como ellos mismos.
Sin embargo,
ya les digo yo a ustedes, por avanzar algo, que de este
escritor genial que nos
ocupa, y que enseguida presentaré, toda la IA del mundo no
sería capaz de
remedar ni una sola frase.
En fin, que hay un nuevo genio literario entre nosotras, un
escritor super
estupendo. Ya digo que sorprende que en este país
sobresaturado de
plumíferos verbosos surja alguien original, y más en un
lugar tan absurdo como
Bilbao, del que todo lo que sabe en general es que está en
el norte, que se
come bien, y poco más (no entiendo de fútbol), pero de sus
gentes, casi nada
más allá del “hostias” y la fantochada. Al demonio se le
ocurre nacer allí, que
diría mi madre, con todo el respeto…por mi madre y por
Bilbao, que resulta que
es un sitio que me cae bien.
Pues en este Bilbao ha surgido, sí señoras, un escritor del
que me cuesta
hablar sin agotar superlativos. Se trata de un tal Alberto
Arzúa, profesor
jubilado, hasta ahora felizmente alejado del limbo de los
famosos, (en este
sentido resulta ser el típico personaje conocido en su casa
a la hora de
comer… chipirones en su tinta y de postre arroz con leche).
Pero vayamos al
grano, que empieza a parecer que me pagan por palabras.
Hagamos punto y
aparte por darle un aire a esto, aunque ahora parezca que
me pagan por
líneas.
Alberto Arzúa es todo lo contrario de un escritor soso: es
insólito, ingenioso y
divertido. Mastiquen estos tres adjetivos durante un rato,
no hace falta mucho
más. ¿Vital? ¿Veraz? También. ¿Ha escrito algo que se pueda
leer? Sí, aunque
casi siempre mal distribuido, invisible. Empezó publicando
dos volúmenes de
relatos cortos (su especialidad son las dos páginas, no
necesita más para
desarrollar una historia): Neurastenia e Historias del
virus, el segundo de los
cuales contiene 50 desternillantes anécdotas vividas en
pandemia. Vuelvan a
leer los tres adjetivos anteriormente masticados y tendrán
una idea de lo que
estas historias son capaces de proporcionar al lector.
Añaden un par de
factores que siempre hay que tener en cuenta al hablar de
este escritor, dos
características tan fundamentales como las palabras mismas:
el humor y el
sexo. Hay humor y hay sexo hasta en la sopa, que lo sepan
ustedes, y hay
incorrección política como para ganar el Nobel del
antiwokismo, no les digo
más. Pero sigamos con la reseña de sus publicaciones.
Publicó después de
estos “cuentos”, un volumen de poemas de cierto tamaño, Órdago
a Chica
(significando el título más un capotazo a las mujeres que
un enfrentamiento),
bien editado por Vitruvio donde desarrolla un estilo
poético tan inclasificable
que yo recomendaría este libro a la gente que rechaza la
poesía. En la
presentación del libro, que se encuentra en Youtube, el
autor empieza su
intervención poniendo en su móvil la música del lalalá de
Massiel todo
volumen. Valga ese detalle como declaración de intenciones.
Después de los dos libros de cuentos y del poemario,
escribió un ensayo contra
el feminismo de género, con un par (de lo que ustedes suponen)
titulado ¿Machista yo?, donde trata con razonamientos
sencillos y
muy cabales todos los temas conflictivos que plantea el
feminismo actual.
No satisfecho con este atrevimiento, prosiguió su
inagotable tarea creadora
publicando él mismo la valiosísima serie de Joyas del
castellano antiguo,
cuatro o cinco volúmenes donde se dedica citar y a comentar
las obras más
importantes de los inicios de nuestra lengua. El formato es
el siguiente: cita una
frase (por ejemplo, en el Cid,” ixíe el sol, Dios, qué
fermoso apuntava”), la
traduce, la comenta, y pasa a la siguiente frase-joya que
le ha gustado. Así
recorre todo el libro de tal modo que acabamos con la
sensación de haberlo
leído entero y también de haberlo entendido, apreciado y
disfrutado. Su estudio
de La Celestina es, en este sentido, ejemplar: declaro de
toda solemnidad que
debería utilizarse en todo sistema educativo que toque el
tema del castellano
antiguo. El monumental trabajo que ha hecho el tal Alberto
Arzúa con estas
obras, que incluyen también el romancero Viejo, es como
para que la cultura
oficial se lo agradezca en pleno con un aplauso cerrado.
Abogo por un premio
nacional, qué menos.
Ahora que se va a hacer famoso habrá que conocer algún
detalle de su vida
para completar su ficha. Contemos pues que, además de haber
dado clase
durante 40 años, ha sido guitarrista eléctrico durante la
movida, actuando
incluso en el Rock Ola, y que ha ejercido también como
maestro de Yoga,
masajista de Shiatsu y programador informático, aparte de
lo normal a su edad
(1954), en lo que respecta a familia y descendencia (mujer,
hijas y nietas). Ya
se sabe que los genios no se sabe de dónde sacan el tiempo.
Acabo ya. El tal Alberto Arzúa, de quien ya somos amigas
íntimas. acaba de
publicar (marzo 2025) su última obra: un libro con dos
cuentos largos donde se
habla del País Vasco como nunca antes nadie se había
atrevido a hablar, y sé
lo que estoy diciendo porque he tenido el privilegio de
leerlos, y no exagero un
ápice. Corran a comprarlo. Si es su primera relación con el
tal Alberto Arzúa,
como mínimo les dejará sorprendidos, y la sorpresa, como él
mismo suele
comentar, forma parte importante de toda creación
artística.
Hablando de futuro, Alberto está a punto de publicar su
primera novela:
Alexandre, donde se siguen los pasos de un émulo del
mismísimo Alejandro
Magno, pero en versión ciudadana y ambientes mafiosos. “No
se la pierdan
ustedes” es lo mínimo que se me ocurre decir. Alberto la ha
presentado a
varios concursos pero, según comunica a su entorno, no
concibe ninguna
esperanza, pues cuando la escribió no tenía ni idea de que
acabaría
presentándola a concursos, e incluyó en sus primeras
páginas una escena de
sexo oral tan detallada que podría valer como manual de
ginecología. Ya lo
podremos comprobarlo porque, aunque no gane, el libro se
publicará, y les
recomiendo que corran a comprarlo en cuanto salga, porque
como se agote
habrán perdido ustedes una oportunidad de diversión
irreemplazable.
Así que… ¡Viva Alberto Arzúa!, coño, me casaría con él si
fuera yo algo más
joven y él muchísimo más, ja, ja, ja… y si lo conociera… y
si me cayera bien…
que solo por los escritos… ya se sabe cómo son los genios…
en fin… que no
me casaría con él ni loca por cantidad de motivos que aquí
no vienen al caso,
pero algo tenía que decir para acabar en todo lo alto este
artículo. Y ahora voy
a salir a pasear, a ver si la realidad me cura de este
virus vasco.
Salud y suerte, como él suele decir al despedirse.
PD. Observarán ustedes que he escrito este artículo
haciendo como si me lo
hubiera dictado él, y a eso se debe el título procaz, tan
poco habitual en mí.
Hay que suponer que Alberto Arzúa valora mi fuego interior
murciano, pues me
presenta expeliendo lava cual volcán. No me parece muy mal,
pero quería que
lo supieran ustedes. Sepan también que el título correcto
de este artículo debería ser: ROSA BELMONTE ME ALABA, aunque supongo que ya lo
habían imaginado ustedes.Abrazo.
?El Araña!
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